jueves, 10 de mayo de 2012

A MIS PRIMEROS PROFESORES


A MIS MAESTROS DE LA ESCUELA PRIMARIA
“Misioneros del conocimiento”
Eterna gratitud


Por fortuna también lo soy y la vida me ha brindado distintos escenarios para compartir conocimiento y forjar o formar personalidades, como quieran llamarle a esa hermosa misión de enseñar, sea en el jardín, la escuela primaria, la secundaria o la universidad.
Con mi primera profesora Gladys Meneses de Rangel, en época reciente

Aún en mi mente está muy fresca aquella mañana soleada de febrero, de algún año, del siglo pasado por supuesto, de la mano de mi hermano mayor ya veterano de tercero primaria, cuando acudí a recibir mis primeras lecciones.

Ropa limpia y bien planchada, calzado brillante, cabellos perfectamente peinados y una maleta heredada  con las letras ABC en su tapa.

Un mundo nuevo estaba ahí no más a media cuadra del parque principal y dos de mi casa, con otras emociones, llanto sin duda alguna, timidez galopante y hasta temor de esos señores llamados profesores.

Y sí,  eran bravos, estrictos, exigentes, pero también muy buenos, excelente diría hoy con la madurez que el paso de los años otorga y se amalgama en experiencia y más conocimiento.

Luego de la formación en el patio principal y las presentaciones de rigor del personal docente dirigidas por el Director, Don Luis Delgado, nos indicaron salón y profesor titular, bueno en mi caso fue la profesora Gladys Meneses de Rangel, que aún vive y disfruta como tantos otros misioneros del conocimiento el sosiego de sus años dorados, por fortuna con la pensión hace rato otorgada.
En 3º de primaria, ahí aparecemos entre otros, Edgar Castiblanco, Oscar Hernández, Arturo Velazco, Raúl Barajas, César Basto, Pedro Calderón, Gustavo Parada, German Medina, Ciro A.Cano.

Es desde ese momento cuando la timidez se convierte en curiosidad y el llanto en ansiedad por una nueva clase o lección, alguna historia, un cuento o una fabula, los cuadernos con olor a nuevo y los lápices que llegaban grandes en la mañana y terminaban enanos en la tarde después de tanto sacarles punta.

Recreos, regaños, tareas, acostarse temprano y levantarse con las primeras luces del alba o con el “primero” del tañer de las campanas de la iglesia parroquial llamando a misa.

Hoy, después de tantos años o mejor décadas, para ser sinceros, todos esas remembranzas vuelven y se agolpan en las ventanas del alma, no puedo dejar de sentir un fuerte cosquilleo que me invita a recopilar esos emotivos momentos y compartirlos con ellos y las nuevas generaciones.

¿O acaso Usted, amigo lector, ya olvidó su primer día en el jardín o la escuela, su primer profesor (a)?

Una vista de la vieja Escuela Urbana de Varones
No lo creo, porque todo eso queda muy impregnado a un álbum imborrable, que sin duda con el correr trepidante del tic tac relojero, se torna más preciso y generoso a la hora de revisar aquellos recuerdos.

Primer día o primer año de escuela, primeros profesores, primeros pasos para moldear la inteligencia, ya fuera con las cinco vocales, las cerradas y las abiertas o los primeros números del 1 al 10.

Desde entonces y de la mano de ellos, de su sapiencia absoluta, en una u otra área, hemos caminado muchos senderos, nos hemos hecho grandes también y como en aquel entonces otras generaciones a nuestro lado y con nuestra propia luz también han encontrado la cornucopia plena de jugosos conocimientos.

Por eso hoy quiero rendir tributo de admiración y reconocer eterna gratitud a todos esos maestros que en mi vida sembraron semillas de sabiduría, con exigentes principios y pulquérrimos valores y  contarles que sus esfuerzos no fueron en vano, pues estas germinaron muy bien y también las seguí abonando para compartir cosechas.

Ustedes maestros, similares en su misión como la profesora Gladys que me enseñó las primeras letras o el catedrático que me hizo leer enciclopedias enteras para hacer interminables trabajos tecleando una vieja Brother durante infinidad de madrugadas, son los culpables que mis pasos vayan siempre hacia adelante.

Gracias profesora Gladys, gracias Hugo León Mora, Álvaro Parra, Gerardo Cáceres, Santiago Gutiérrez, que en primaria aportaron toneladas de lecciones en esta senda de vida y enseñanza.

Gracias a todos mis maestros de la secundaria, de la escuela superior y los de otras tantas jornadas en la academia, algunos efímeros, otros perennes, pero que al fin y al cabo prodigaron  ilustración, cultura, erudición y mucho más.
El Colegio Guillermo Cote B. En una de esas aulas cursé 5º de primaria

Nunca los he olvidado, siempre los recuerdo, así como espero que el resto de sus alumnos también lo estén haciendo y que no solo sea por esta época en que el calendario indica que ya viene el DIA DEL MAESTRO.

Felicidades de todo corazón y reitero, también he tenido la maravillosa oportunidad de estar al frente de muchos grupos en sus aulas y por eso se de tantos desvelos y angustias por entregar en cada jornada a los estudiantes lo mejor, ya sea en la escondida escuela primaria de cualquier vereda o en las más encumbrada universidad.

Y me disculpan si fui un poco extenso con este saludo, pero quise recrearlo como una bella historia, valió la pena, de eso no hay duda y espero que así lo reciban, como el sencillo homenaje de alguien que también ha sido maestro, como sus viejos y queridos maestros.

Bueno, lo de viejo es un decir, porque esto nació llevando ayer por la  mañana tomado de la mano a mi nietecito a su colegio.

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