A MIS MAESTROS DE LA ESCUELA PRIMARIA
“Misioneros del
conocimiento”
Eterna gratitud
Por
fortuna también lo soy y la vida me ha brindado distintos escenarios para
compartir conocimiento y forjar o formar personalidades, como quieran llamarle
a esa hermosa misión de enseñar, sea en el jardín, la escuela primaria, la
secundaria o la universidad.
Aún
en mi mente está muy fresca aquella mañana soleada de febrero, de algún año,
del siglo pasado por supuesto, de la mano de mi hermano mayor ya veterano de
tercero primaria, cuando acudí a recibir mis primeras lecciones.
Ropa
limpia y bien planchada, calzado brillante, cabellos perfectamente peinados y
una maleta heredada con las letras ABC
en su tapa.
Un
mundo nuevo estaba ahí no más a media cuadra del parque principal y dos de mi
casa, con otras emociones, llanto sin duda alguna, timidez galopante y hasta
temor de esos señores llamados profesores.
Y
sí, eran bravos, estrictos, exigentes,
pero también muy buenos, excelente diría hoy con la madurez que el paso de los
años otorga y se amalgama en experiencia y más conocimiento.
Luego
de la formación en el patio principal y las presentaciones de rigor del
personal docente dirigidas por el Director, Don Luis Delgado, nos indicaron
salón y profesor titular, bueno en mi caso fue la profesora Gladys Meneses de
Rangel, que aún vive y disfruta como tantos otros misioneros del conocimiento
el sosiego de sus años dorados, por fortuna con la pensión hace rato otorgada.
En 3º de primaria, ahí aparecemos entre otros, Edgar Castiblanco, Oscar Hernández, Arturo Velazco, Raúl Barajas, César Basto, Pedro Calderón, Gustavo Parada, German Medina, Ciro A.Cano. |
Es
desde ese momento cuando la timidez se convierte en curiosidad y el llanto en
ansiedad por una nueva clase o lección, alguna historia, un cuento o una
fabula, los cuadernos con olor a nuevo y los lápices que llegaban grandes en la
mañana y terminaban enanos en la tarde después de tanto sacarles punta.
Recreos,
regaños, tareas, acostarse temprano y levantarse con las primeras luces del alba
o con el “primero” del tañer de las
campanas de la iglesia parroquial llamando a misa.
Hoy,
después de tantos años o mejor décadas, para ser sinceros, todos esas remembranzas
vuelven y se agolpan en las ventanas del alma, no puedo dejar de sentir un
fuerte cosquilleo que me invita a recopilar esos emotivos momentos y
compartirlos con ellos y las nuevas generaciones.
¿O
acaso Usted, amigo lector, ya olvidó su primer día en el jardín o la escuela,
su primer profesor (a)?
Una vista de la vieja Escuela Urbana de Varones |
Primer
día o primer año de escuela, primeros profesores, primeros pasos para moldear
la inteligencia, ya fuera con las cinco vocales, las cerradas y las abiertas o
los primeros números del 1 al 10.
Desde
entonces y de la mano de ellos, de su sapiencia absoluta, en una u otra área,
hemos caminado muchos senderos, nos hemos hecho grandes también y como en aquel
entonces otras generaciones a nuestro lado y con nuestra propia luz también han
encontrado la cornucopia plena de jugosos conocimientos.
Por
eso hoy quiero rendir tributo de admiración y reconocer eterna gratitud a todos
esos maestros que en mi vida sembraron semillas de sabiduría, con exigentes
principios y pulquérrimos valores y
contarles que sus esfuerzos no fueron en vano, pues estas germinaron muy
bien y también las seguí abonando para compartir cosechas.
Ustedes
maestros, similares en su misión como la profesora Gladys que me enseñó las
primeras letras o el catedrático que me hizo leer enciclopedias enteras para
hacer interminables trabajos tecleando una vieja Brother durante infinidad de
madrugadas, son los culpables que mis pasos vayan siempre hacia adelante.
Gracias
profesora Gladys, gracias Hugo León Mora, Álvaro Parra, Gerardo Cáceres,
Santiago Gutiérrez, que en primaria aportaron toneladas de lecciones en esta
senda de vida y enseñanza.
Gracias
a todos mis maestros de la secundaria, de la escuela superior y los de otras
tantas jornadas en la academia, algunos efímeros, otros perennes, pero que al
fin y al cabo prodigaron ilustración,
cultura, erudición y mucho más.
Nunca
los he olvidado, siempre los recuerdo, así como espero que el resto de sus
alumnos también lo estén haciendo y que no solo sea por esta época en que el
calendario indica que ya viene el DIA
DEL MAESTRO.
Felicidades
de todo corazón y reitero, también he tenido la maravillosa oportunidad de
estar al frente de muchos grupos en sus aulas y por eso se de tantos desvelos y
angustias por entregar en cada jornada a los estudiantes lo mejor, ya sea en la
escondida escuela primaria de cualquier vereda o en las más encumbrada
universidad.
Y
me disculpan si fui un poco extenso con este saludo, pero quise recrearlo como
una bella historia, valió la pena, de eso no hay duda y espero que así lo
reciban, como el sencillo homenaje de alguien que también ha sido maestro, como
sus viejos y queridos maestros.
Bueno,
lo de viejo es un decir, porque esto nació llevando ayer por la mañana tomado de la mano a mi nietecito a su
colegio.
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