Y por supuesto, está esa cinta blanca inagotable, aunque herida de muerte en los últimos tiempos... Es Siscatá, un espectáculo diario, que aunque no es nuestro, solo desde el Toledo del alma lo podemos ver, disfrutar y mostrarlo orgulloso al visitante... La montaña, la roca, la cantarina línea de agua que cae, la bruma o el ruido de su torrente en épocas de duro invierno, hacen que también el pensamiento se amañe en ese paisaje y se recuerde con mucho amor...
Toledito, la vieja hacienda, es otra de esas querencias que acude al reto constante de recuerdos y emociones... Seguramente allí Cote Lamus, el gran bardo nortesantandereano, entre cafetales y naranjos en flor, logró hilvanar toneladas de palabras para bordar con esmero alguno de sus poemas.
Todo esto que vemos y vivimos, de verdad que alimenta la inspiración y el saber o poder compartir tantas imágenes desbordantes de historias o hasta alguna lejana y tímida queja, se graban con más entusiasmo en el pergamino que vamos escribiendo, todos, quienes de alguna manera decimos o hasta gritamos con orgullo el nombre de Toledo.
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